Artículo de Joan Mayol. Presidente DO Oli de Mallorca

Muchos de los olivares de montaña se gestionan con la presencia de rebaños de ovejas que tienen tres aspectos positivos: contribuyen a controlar y limitar la presencia de vegetación espontánea; eliminan los brotes que crecen en la base de los árboles y, aspecto importantísimo, enriquecen el suelo con sus deposiciones.

En el Pla de Mallorca, esta práctica no es tan frecuente, pero resulta igualmente positiva. Puede resultar especialmente interesante en los olivares en cultivo ecológico, ya que el control de la vegetación acompañante sin el uso de herbicida es más dificultoso, todavía más en las líneas de goteo.

Cierto es que las ovejas mordisquean también las ramas del olivo a las que pueden llegar, pero este efecto no resulta de gravedad en árboles ya desarrollados. Se pierden “faldas” de los árboles, cosa que no es tampoco demasiado significativa en el caso de la recolección mecánica en la que, de todos modos, es frecuente que quede aceituna sin caer tras el paso del vibrador.

Este año hemos probado esta experiencia en un olivar ecológico de 10 quarterades en Son Ferriol, donde 40 ovejas de raza roja mallorquina han pasado cinco meses, tras la poda, hasta que la sequía estival las ha dejado sin pasto. Esta raza tiene poca tendencia a poner la pezuña en el tronco para levantarse, de manera que su “poda” natural se ha limitado a los bajos de los árboles. El control del fenàs y otras “malas hierbas” ha resultado muy satisfactorio y ha ahorrado toda la tarea de cortar rebrotes, lo que supone algunos jornales cada año.

Los efectos del abono aportado al suelo aún no pueden ser valorados, pero la impresión es que el vigor de los árboles es muy satisfactorio y la valoración inicial de los resultados de la experiencia es muy positiva, por lo que probablemente repetiremos en el futuro. Y, además, por Pascua pudimos disfrutar de otro producto del olivar.