D.O. Oli de Mallorca
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2 diciembre, 2016

El cultivo del olivo contribuye a la disminución de los gases de efecto invernadero

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Diversos estudios científicos han demostrado que el cultivo del olivo tiene efectos positivos sobre el medio ambiente y la adopción de prácticas agronómicas adecuadas puede aumentar la capacidad de fijación de CO2 de la atmósfera en las estructuras vegetativas permanentes (biomasa) y en el suelo, conclusiones expuestas en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP22), celebrada en Marrakech.

En la conferencia “El aceite de oliva, el oro líquido que contribuye a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero” promovida por el Consejo Oleícola Internacional (COI), que contó con la participación de prestigiosos expertos internacionales, se expuso que los cultivos leñosos como el olivo son particularmente eficaces en comparación con otros cultivos anuales para la captura de CO2 de la atmósfera y almacenarlo como carbono en la materia orgánica.

Además, el olivo se puede cultivar en zonas con una precipitación inferior a 450 mm, zonas típicas de climas mediterráneos semiáridos que constituyen el límite de la distribución de los bosques y almacenan cantidades de carbono iguales o mejores que estos últimos.

En la actualidad existe un consenso científico que nos permite afirmar que el balance de carbono del olivo es favorable y el olivo en realidad tiene un impacto positivo y hace un verdadero “servicio ambiental”.

De acuerdo con los estudios publicados hasta la fecha, si el hecho de producir un litro de aceite de oliva conduce a la emisión en la atmósfera de un promedio equivalente a 1,5 kg de CO2 a lo largo del ciclo de vida del producto, la adopción de prácticas agronómicas pertinentes permite al olivar fijar alrededor de 11,5 kg de CO2 en el suelo, resultando un balance claramente positivo de 10 kg de CO2.

Por otra parte, el aumento de la cantidad de carbono en el suelo permite mejorar la biodiversidad biótica del suelo y de las partes aéreas y también mejora la capacidad del suelo para almacenar agua de precipitación.